Es posible que muchas mujeres con trastornos del espectro autista hayan pasado inadvertidas y estén sufriendo sin saber por qué
Manuel Lino y Elizabeth Velázquez. En los últimos años se ha encontrado que los trastornos del espectro autista han sido más elusivos de lo que se pensaba, en especial en las mujeres. Baste la historia de Hannah como muestra de ello…
De niña, Hannah no jugaba con sus compañeros de la escuela; no tenía amigos. Le diagnosticaron depresión, y se sospechaba que tenía otros problemas de salud mental. A partir de los 14 años dejó de asistir a clases y fue educada en casa.
Cuando entró a la universidad, Hannah tampoco fue a clases, aunque logró hacer algunos amigos. Estudiaba desde casa. A punto de terminar el doctorado, la ansiedad la llevó a consultar a una psicóloga, quien después de unos meses le sugirió que tal vez tenía síndrome de Asperger… Resultó que sí, que efectivamente lo tenía y que era el origen de su depresión y su ansiedad.
Lo curioso es que Hannah había hecho su tesis precisamente en el síndrome de Asperger, pero en ningún momento se le ocurrió que ella misma pudiera padecerlo.
Cerebros muy masculinos
El autismo es una condición del desarrollo neurológico que afecta la capacidad cognitiva, la regulación emocional, el lenguaje y las relaciones personales en diferentes proporciones, por esto ahora se reconoce que hay distintos Trastornos del Espectro Autista (TEA).
Cuando, en 1944, Hans Asperger definió las características del primero de estos trastornos, se refirió solo a los varones; su percepción inicial, retomada hasta principios de los años 90, quedó ligada al autismo y la evidencia parecía confirmarla con unos cinco casos masculinos por cada femenino.
Sin embargo, en los últimos años, pacientes y expertos en el Reino Unido se han dado cuenta de que es muy posible que muchas mujeres hayan “escapado” al diagnóstico del espectro autista que se hace con pruebas estandarizadas. Existe evidencia para creer que las mujeres aprenden a disimular sus síntomas con éxito a menos que tengan un caso agudo.
En 2018 se publicó en la revista especializada Proceedings of the National Academy of Sciences un estudio de la Universidad de Cambridge que analizó a más de 600 mil personas (más de 36 mil de las cuales con algún trastorno del espectro autista). El experimento puso a prueba 10 predicciones de las teorías más usadas para explicar diferencias entre los sexos en relación con el TEA: La Teoría de Empatía-Sistematización, y la del Cerebro Masculino Extremo.
La primera propone que las mujeres, de forma general, obtendrán puntajes más altos en tareas relacionadas con la empatía y con el reconocimiento y el manejo de emociones ajenas y propias; los hombres tendrán, en general, un mejor desarrollo en pruebas vinculadas a la sistematización de datos y procesos.
Según la Teoría del Cerebro Masculino Extremo, las personas del espectro autista -sin importar su sexo- obtendrán resultados “masculinizados” en ambos tipos de pruebas, es decir, puntajes bajos la medición de la empatía y altos en sistematización.
La conclusión que se lee en el estudio realizado con altos estándares de confiabilidad estadística es:
“Confirmamos que las mujeres típicas son en promedio más empáticas; que los hombres típicos son en promedio más orientados a la sistematización, y que la gente del espectro autista, en promedio, tiene un perfil masculinizado”.
Las diferencias individuales en empatía y sistematización son en parte genéticas, en parte influenciadas por nuestra exposición hormonal prenatal y en parte debidas a la experiencia ambiental“, según explica Varun Warrier, uno de los investigadores del equipo de Cambridge.
Los autores también destacan la importancia de tener en cuenta que las diferencias observadas en este estudio se aplican solo a los promedios grupales, no a los individuos, y subrayan que estos datos no dicen nada sobre una persona según su género, diagnóstico de autismo u ocupación. Hacer eso conduciría a estereotipar y a la discriminación, a lo que se oponen firmemente.
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El estudio también demostró que las personas con trastornos del espectro autista sí presentan dificultades con el reconocimiento de emociones en otras personas -lo que se conoce como empatía cognitiva- pero que, a diferencia de lo que se cree, experimentan preocupación y angustia por los demás, por lo que su empatía afectiva está completamente desarrollada.
Pasar inadvertidas es una ventaja… ¿no?
Aún no se sabe si existen más hombres que mujeres con trastornos del espectro autista. Lo que sí se sabe es que hay más hombres diagnosticados, y lo que parecen indicar las pruebas es que las mujeres aprenden a ocultar los síntomas característicos del TEA. Esto no es, de ninguna manera, una ventaja.
Se ha visto que, en muchas ocasiones, pueden tener diagnósticos de otras enfermedades, como déficit de atención o personalidad límite, con lo que reciben tratamientos que no requieren y no la atención que sí necesitan.
Muchas mujeres con trastornos del espectro autista aprenden a socializar más desde su intelecto que por sus habilidades innatas; en busca de lograr una mejor integración social, de ser aceptadas, desde niñas observan, practican e imitan las conductas de quienes las rodean. Esto resulta agobiante y agotador, por lo que viven con mucha tensión que, eventualmente, las puede conducir a la depresión y la ansiedad, cuyos síntomas podrán tratar, pero no la causa.
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El país donde más avanzado está el conocimiento sobre la afectación femenina del espectro autista es el Reino Unido. Algunas mujeres diagnosticadas de forma tardía están haciendo un esfuerzo por concientizar y dar luz sobre este problema (Hannah, entre otras, contó su historia para la BBC). Todas ellas aseguran que los problemas de aprendizaje y socialización que sufrieron durante su infancia y adolescencia adquirieron sentido cuando fueron finalmente diagnosticadas con alguna forma de autismo.
Todas, invariablemente, sufrieron de bullying, marginación y depresión por cuestiones relacionadas con su condición; por otra parte, buscaron y encontraron cierto consuelo o escape en actividades relacionadas con la fantasía, fuera en libros, grupos de cosplay, stand-up y teatro.
Hannah dice que ha logrado superar su dificultad para mantener contacto visual con otras personas, y que incluso ha podido desarrollar con el paso de los años “un repertorio social” que le permite disimular su Asperger.