Ahora sabemos que todos los seres humanos tenemos el riesgo de padecer depresión; este conocimiento nos puede ayudar a sobrellevarla mejor como sociedad.
CDMX, 22 de enero de 2019.- No es exagerado decir que hay una epidemia mundial de depresión. Éste es, sin duda, un término poco usual para un problema de salud mental, pero, por mucho que queramos considerar que este tipo de padecimientos “se cuece aparte”, ahora se sabe que la depresión tiene características similares a enfermedades como el cáncer o la diabetes tipo II: existe una predisposición genética que se desencadena por factores medioambientales.
No solo eso, el más extenso estudio de genética de la depresión que se ha hecho encuentra que “todos los humanos tenemos, en mayor o menor medida, factores genéticos de riesgo del Trastorno Depresivo Mayor” o TDM.
En mayo de 2018, se publicó en la revista Nature un metaanálisis genético, coautoría de alrededor de 300 científicos de 161 instituciones de diversos países, donde se comparan los resultados de estudios realizados en 135,458 casos de TDM y 344,901 controles (es decir, se estudió a 480,359 personas).
El resultado fue que se encontraron nada menos que 44 genes asociados directamente a la depresión, 30 de los cuales no se conocían antes; además, hallaron otros 153 genes que pueden tener cierta influencia en el padecimiento.
En ese sentido, preguntarse por el riesgo que tiene una persona de padecer depresión “es como preguntarse qué tan altos somos. Todos tenemos ciertos genes que determinan qué tan altos somos. La depresión es más compleja, pero hay tantos componentes genéticos que es imposible no tener algunos de ellos. La pregunta es, entonces, cuántos tienes”, me comentó Gerome Breen, investigador del Departamento de Genética Social y Psiquiatría del Desarrollo del King’s College de Londres y uno de los coautores principales del estudio.
Hasta antes de este metaanálisis, aunque existían diversos indicios de la gran importancia que tienen los genes en el desarrollo del TDM, no había sido posible demostrarla. Se pensó que esto probablemente se debía a que “hay muchos genes involucrados, cada uno de los cuales tiene poca influencia”; por lo que, para hacer un análisis significativo, se requería de una gran cantidad de personas. Casi medio millón fueron suficientes.
“Pasamos 10 años trabajando en esto, invitamos a los investigadores de todos los centros clínicos y de investigación que pudimos para que compartieran sus datos con nuestro estudio”, me dijo la investigadora en genética estadística Cathryn Lewis, del King’s College de Londres y otra de las coautoras principales del estudio.
Y después de tanto trabajo, la primera conclusión del artículo es aparentemente simple y hasta boba: La depresión es un problema biológico, tanto como la hipertensión o la fibrosis quística.
La depresión, una enfermedad como cualquier otra
Esta conclusión puede parecer poco relevante, pero tiene implicaciones muy importantes. La primera es que la depresión puede ser considerada una enfermedad “real”, biológica, y no un “simple” trastorno anímico.
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(Aclaro que las comillas están ahí porque, en lo personal, no considero que las enfermedades emocionales sean menos reales que las biológicas ni que sean simples; sin embargo, la medicina contemporánea, los ministerios de salud pública y las compañías de seguros tienen, en general, un marcado menosprecio por los trastornos mentales y emocionales.)
Que la depresión sea una enfermedad, tan biológica y determinada genéticamente como el cáncer de mama o próstata, significa que cuando una persona tiene depresión, su malestar puede ser tan contundente como para dejarla incapacitada para moverse e ir a trabajar, como si se hubiera roto una pierna o tuviera anemia falsiforme; que para mejorar no le basta con “echarle ganas”, sino que tiene que buscar ayuda médica y psicológica; que no es algo de lo que deba avergonzarse.
Epílogo un poco deprimente
Como sociedad nos falta mucho por aprender en el tema de la depresión, y no solo a nivel institucional. Ayer, que fue el engañoso pero quizá útil Blue Monday, la revista Newsweek en español promovió en sus redes el reportaje que hicimos Elizabeth C. Velázquez y yo y que se publicó a finales de julio. Algunas de las reacciones al tema fueron, pues, deprimentes en el sentido coloquial del término.
Nuestro reportaje estaba enfocado a explicar que la depresión es tan real, tan seria, tan importante, que para el 2020 se prevé que será la primera causa de discapacidad laboral en México. No faltó quien se burlara de quienes, eventualmente, nos veremos en la necesidad abstenernos de ir a trabajar por estar deprimidos. Y esos, potencialmente, somos todos.
Conozca más:
El artículo de investigación original se puede comprar en https://www.nature.com/articles/s41588-018-0090-3
El estudio fue llevado a cabo por el Consorcio de Genética Psiquiátrica: http://www.med.unc.edu/pgc
En la elaboración de esta nota se consultó a los coautores del estudio Cathryn Lewis, de la Unidad de Genética Estadística del King’s College (https://kclpure.kcl.ac.uk/portal/cathryn.lewis.html) y a Gerome Breen, del Departamento de Genética Social y Psiquiatría del Desarrollo del King’s College (https://kclpure.kcl.ac.uk/portal/gerome.breen.html).