Los suicidios van en aumento a nivel mundial; pero en el caso de México ha crecido sobre todo entre los jóvenes, y hasta en los niños.
El suicidio es uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo. En 2013 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que al menos 800,000 personas mueren anualmente por esta causa. Además, por cada intento consumado ocurren otros 20 que no llegan a concretarse, es decir que 16 millones de personas atentan contra su vida cada año.
Actualmente, se calcula que la cifra mundial de casos consumados para el 2020 podría ser cercana al millón y medio.
La OMS publicó en 2013 el reporte “Prevención del Suicidio, un imperativo global” donde se señala que una persona se quita la vida, en promedio, cada 40 segundos, lo que supera las cifras de otras causas de muertes violentas como la guerra y el homicidio.
El suicidio es la segunda causa de defunción entre personas de 15-29 años de edad en el mundo.
Los países en vías de desarrollo son los más afectados por este problema de salud; ya que el 75% del total de casos anuales sucede en este tipo de economías. Los métodos más usados para quitarse la vida alrededor del mundo son el auto envenenamiento con plaguicidas, el ahorcamiento y las armas de fuego.
En México el suicidio representa el 8.15% de las muertes violentas en el país, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI); pero la cifra podría ser mayor ya que al ser casos de alta sensibilidad o rodeados de cierto estigma, las muertes de este tipo tienden a ser sub clasificadas o mal catalogadas.
De hecho, la sub clasificación del suicidio -o de su intento- es un problema global que impide tener cifras acertadas sobre este fenómeno, lo que a su vez dificulta la realización de planes efectivos para prevenir y alertar sobre el mismo.
Como parte del primer Plan de Acción Sobre la Salud Mental, promulgado en 2013, la Asociación Internacional para Prevenir el Suicidio y la OMS fijaron el 10 de septiembre como el día internacional para visibilizar, informar e impedir este acto. Este año, además, el 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, está dedicado a la prevención del suicidio.
A través de unidades de investigación, cursos de sensibilización, conferencias y talleres, estas jornadas mundiales tienen como objetivo demostrar que el suicidio es totalmente prevenible y que puede ser evitado a través de acciones precisas.
SAPTEL es un programa de la Cruz Roja, atendido por psicólogos, que ofrece ayuda telefónica y soporte en casos de crisis emocionales o suicidas. Opera las 24 horas del día durante todo el año a través del 5259-8121 para la CDMX, y el 01-800-472-7835 para el resto del país.
¿Por qué nos suicidamos?
No existe una causa única para explicar por qué una persona decide quitarse la vida. Los factores de riesgo son diversos.
Es cierto que existe una relación probada entre el suicidio y algunas enfermedades mentales como la depresión o las adicciones; sin embargo, la OMS ha documentado que, en países desarrollados, gran parte de los suicidios se producen de manera impulsiva, tras eventos traumáticos o que generan alta frustración en individuos mentalmente estables.
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Este tipo de casos pueden ocurrir también en países en desarrollo, especialmente en zonas urbanas, de alta demografía. En México ha habido casos de este tipo recientemente.
Como el de una agente de la Policía de Investigación (PDI) de la CDMX, quien después de recibir la noticia sobre el grave estado de salud de su madre decidió quitarse la vida a tan solo unos metros de la sala de espera del hospital. Fue una muestra clara de la impulsividad y rapidez con la que un suicida puede tomar esa determinación.
Las dificultades económicas, la imposibilidad de obtener atención médica adecuada, el fácil acceso a medios que faciliten el suicidio y la falta de información oportuna son los principales factores de riesgo general que pueden hacer que un individuo sin antecedentes psicológicos atente contra su vida.
También existen factores de riesgo comunitarios o sociales ligados a conductas suicidas. Las guerras, los desastres naturales, la discriminación, el aislamiento y la violencia generalizada son los principales agentes de riesgo para ciertos sectores poblacionales, que muestran otro tipo de vulnerabilidad como puede ser la raza, la edad o el género.
Entre las causas individuales de mayor riesgo asociadas el suicidio están los trastornos depresivos, las enfermedades mentales, los dolores crónicos y los antecedentes familiares. Los intentos frustrados de suicidio son el factor individual de riesgo más elevado, y casi siempre conducen a otros conatos o bien, a lesiones auto infligidas que pueden ir progresando hasta hacer peligrar la vida.
Aunque una primera tentativa de quitarse la vida debería ser una señal de alerta suficiente; en realidad, el estigma que rodea a estos hechos hace que la mayoría de afectados o sus familiares prefieran guardar silencio y tratar de olvidar lo sucedido, lo que hace más complicado poder ayudar de forma adecuada a los pacientes con ideaciones e intentos suicidas
Los factores de riesgo ambientales y culturales deben considerarse también en los programas de prevención. De hecho, la OMS destaca que el factor cultural puede ser determinante en el momento en que alguien decide atentar contra su vida; por ejemplo, a diferencia del resto del mundo, la principal causa de suicidio entre adultos que viven en países asiáticos está relacionada con conductas impulsivas derivadas de frustraciones o presiones sociales.
En general, los factores de riesgo de suicidio no se presentan claramente divididos y, por el contrario, se acumulan haciendo que la vulnerabilidad de un paciente aumente exponencialmente ya que afecta varios círculos de estabilidad emocional.
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Jóvenes, los más afectados
La segunda causa de muerte a nivel mundial en infantes, adolescentes y jóvenes adultos es el suicidio.
De manera alarmante, datos del INEGI apuntan a que, durante la última década en México, el porcentaje de niños entre cinco y 14 años que cometieron este acto aumentó un 150 por ciento; en el mismo periodo de tiempo, los jóvenes entre 15 y 24 años de edad tuvieron un incremento del 74 por ciento.
Para la Secretaria de Salud los adolescentes representan el 17% del total de los suicidios reportados en el país, lo que los sitúa como la población más vulnerable a este fenómeno, seguidos de las personas de la tercera edad y enfermos crónicos. Hace apenas una semana se dieron a conocer los casos aislados de dos menores de edad, quienes con unas pocas horas de diferencia se suicidaron en la Ciudad de México.
Los principales factores de riesgo específicos para este grupo poblacional son la falta de oportunidades académicas o el fracaso en esta área, la pobreza, la violencia doméstica, el embarazo infantil; a escala mundial se suma el acoso escolar, presencial y a través de las redes sociales.
El acoso o bullying, no solo es el elemento de mayor impacto en relación al suicidio, sino que la OMS lo ha calificado como un reto global a la salud pública, y es que diversos estudios han demostrado que este tipo de trauma puede tener severas consecuencias a largo plazo.
Un reporte publicado el año pasado en la revista Molecular Psychiatry demostró que la estructura del cerebro puede cambiar para siempre si es sometido a acoso constante o crónico. El estudio también exploró la relación que existe entre víctimas de acoso y su rendimiento escolar o laboral, así como su propensión a padecer depresión, ansiedad, adicción, conductas autodestructivas e ideas suicidas.
Aunque se han hecho esfuerzos por visibilizar este tipo de conductas y sus consecuencias, el tema debe ser abordado con ayuda de expertos, ya que puede tener un efecto contrario.
La serie de Netflix 13 Reasons Why acercó el tema del abuso y suicidio adolescente de forma cruda; sin embargo, un estudio publicado en el Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry demostró que la taza de suicidio de niños entre 10 y 17 años aumentó considerablemente después de la transmisión de este programa.
Es por eso que la OMS y otras organizaciones enfocadas en prevenir el suicidio hacen énfasis en la correcta difusión del tema, ya sea a través de medios periodísticos, series, películas u otros productos culturales.
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Prevenir el suicidio es tarea de todos
Actualmente, solo 28 países cuentan con estrategias nacionales de prevención. México, por su parte, tiene el Programa de Acción Especifico en Salud Metal 2013-2018 en el que aborda la atención integral para estos casos; sin embargo, a nivel legislativo solo se ha logrado un punto de acuerdo en el que se ha solicitado al poder federal la creación de un plan nacional para prevenir el suicidio.
Las estrategias para enfrentar los factores de riesgo asociados al suicidio pueden dividirse en tres categorías. Por un lado, están las estrategias diseñadas para llegar a toda la población, así como promover la salud mental y la educación integral respecto a este tema. Este tipo de acciones están encaminadas a desmentir mitos y tabús alrededor del suicidio para lograr una mejor detección de casos de riesgo.
El segundo tipo de medidas son conocidas como selectivas, y están enfocadas en grupo vulnerables como migrantes, indígenas, familiares de suicidas, personas LGBTTTI o refugiados. Estos apoyos se dan a través de profesionales o voluntarios entrenados que ofrecen ayuda urgente o de primer contacto y que conocen los detalles o factores de riesgo de la población que tratan.
Finalmente están las estrategias “indicadas”, hechas para personas vulnerables específicas; es decir, que ya han pasado por uno o más intentos de suicidio o de autolesiones. Este tipo pacientes requieren no solo de atención profesional, sino también de lazos fortalecidos con su entorno más cercano y su comunidad.
La creación de una estrategia nacional para prevenir el suicidio debe incluir medidas de vigilancia, estadísticas precisas, restricción de medios comunes o de fácil acceso utilizados para este fin, políticas estrictas de publicación y difusión en la prensa, manuales de trato hospitalario, programas para reducir el estigma a través de la educación de la población general.
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