Algunos de los esfuerzos más promisorios para detener al coronavirus que tiene en jaque al mundo
Las medidas de distancia social y confinamiento serán por un largo rato nuestra única opción para resistir al Covid-19; ya que el riesgo de nuevos brotes permanecerá latente durante meses hasta que se consiga elaborar una vacuna que permita a la gente resistir al virus SARS-CoV-2 o o un tratamiento que elimine del organismo.
Así que la pregunta es ¿cuánto falta para que alguno de ellos estén listos? La respuesta nadie la tiene clara todavía, pero es probable que venga de alguno de estos grupos de trabajo.
Medicamentos para la urgencia
Si bien los expertos coinciden en que una vacuna sería la solución más conveniente, la búsqueda de medicamentos es fundamental en este momento; por un lado, para salvar la vida a quienes estén más enfermos, pero también porque podrían ayudar a contener y hasta detener la epidemia, según demostraron matemáticamente dos estudios publicados (uno en Science y otro en Nature) en 2005 sobre un modelo de influenza, pero aplicable para el actual de coronavirus.
La aproximación pionera de esta búsqueda es la que tomó el equipo de Nevan Krogan, de la Universidad de California en San Francisco, que sintetizó, en células humanas en cultivo, 26 de las 29 proteínas del SARS-CoV-19, a fin de probar en ellas medicamentos que ya se usan contra otras enfermedades.
Su análisis, disponible abierta y gratuitamente, detectó 332 interacciones entre las proteínas del virus y de humanos; de ellas, encontraron 67 que pudieran ser interrumpidas por medicamentos que ya se están usando contra otros padecimientos, por lo que pudieran funcionar pronto para tratar el Covid-19.
Dado que se trata de medicamentos probados, de los cuales se conocen riesgos, contraindicaciones y dosis seguras, el equipo de Krogan sugirió que se podían hacer pruebas con enfermos, cosa que se está haciendo en diversos países (incluido México como veremos más adelante).
El esfuerzo más amplio promisorio de este tipo es Solidarity, un estudio coordinado por la Organización Mundial de la Salud en el que participan 10 países, se espera que pronto se sumen otros, para el que en pocos días se consiguieron más de 43 millones de dólares que donaron más de 173 mil personas y organizaciones (FIFA, por ejemplo, puso 10 millones).
Solidarity está poniendo a prueba los cuatro tratamientos que se consideró que, aunque no necesariamente serán los más efectivos, podrían dar resultados más pronto; de hecho, esperan tener los primeros resultados a finales de abril. Uno de ellos es la terapia que, tras ser promovida por el presidente Donald Trump, ha ocasionado una pequeña crisis de salud.
México, según informó Gustavo Reyes Terán, coordinador de los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad el martes 31 de marzo, está probando cuatro medicamentos, algunos de los cuales coinciden con los de Solidarity, y una terapia inmunológica.
Por otra parte, la aproximación que podría dar el medicamento más efectivo está enfocada en una proteína del SARS-CoV-2 llamada 3CL-PRO, que tiene la función de ayudar a que se formen las otras proteínas del virus, por lo que detendría por completo la formación de nuevos virus y pararía la infección.
Además, la 3CLpro del SARS-CoV-2 es casi igual a las de otros coronavirus que se han estudiado, de manera que actualmente se tiene un mapa detallado de su estructura tridimensional que fue publicado en la revista Science para que los investigadores de todo el mundo pudieran diseñar medicamentos específicos para bloquearla; incluso podría llegar a obtenerse un antiviral para cualquier coronavirus.
Vacunas de alta tecnología
Frank Grosveld de la neerlandesa Universidad de Utrecht tenía 15 años de haber iniciado (“por hobby”, dice en entrevista con Erasmus, la revista de la universidad) el desarrollo de una idea peculiar: generar anticuerpos humanos en ratones. Antes de que se destara el Covid-19, Grosveld había desarrollado un anticuerpo que reacciona ante diversos coronavirus.
En cuanto tuvo una muestra del SARS-CoV-2, probó su anticuerpo y funcionó. En estos momentos está esperando que su artículo se publique en la revista Nature. Faltan meses de pruebas antes de empezar a producirlo, pero eventualmente este anticuerpo permitiría hacer un tratamiento para detectar el virus y diagnosticar pacientes, e incluso para detener la infección en quienes ya estén enfermos permitiendo su recuperación.
Otro avance promisorio, que recibe fondos de la Fundación Gates y de los Institutos Nacionales de Salud de EU (NIH), espera generar un nuevo tipo de vacuna, pues se tratará de un artefacto molecular totalmente sintético.
Neil King de la Universidad de Washington dirige esta investigación, y espera que este aparato sea eficaz contra los coronavirus en general, el SARS-CoV-2, los otros seis que actualmente son infecciosos y los que pudieran venir en el futuro.
El artefacto molecular sería como un erizo de mar: un cuerpo proteico que sostenga a unas “espinas” hechas de fragmentos sintéticos de coronavirus que pudiera reconocer el sistema inmunológico humano para estar preparado para cuando llegue un virus real. Además, al ser todo sintético, podrían hacerse muchísimas copias de estas vacunas de nueva generación.
Otra vacuna que se está elaborando con tecnología revolucionaria sorprende por otros dos factores: porque no se está creciendo en un animal sino en una planta y porque, en cierto sentido, la está desarrollando una empresa tabacalera, dado que la biotecnológica Kentucky BioProcessing es subsidiaria de British American Tobaco.
Esta es una muestra, según la organización Gavi, The Vaccine Alliance, hay al menos otros 33 intentos de desarrollar vacunas contra el SARS-CoV-2 con nuevas tecnologías.
Dilemas éticos ante el SARS-CoV-2
Aunque en Estados Unidos y en China ya comenzaron pruebas clínicas para una vacuna, que de momento solo están probando su inocuidad, los pronósticos más optimistas dan un plazo de un año para que pueda comenzar la distribución masiva de la misma.
Esta tardanza es poco relevante en épocas normales, y es debida a que, además del diseño, se hacen tres fases de pruebas. La tercera fase es la que toma más tiempo, pues involucra a miles de personas que reciben la vacunas o placebos y los investigadores van registrando quiénes se infectan y quiénes no en el transcurso de sus vidas cotidianas.
Ante la pandemia, que a cobrado casi 50 mil vidas (contadas al 2 de abril), un equipo de la Universidad de Harvard sugirió reemplazar las pruebas convencionales de Fase 3 por pruebas con infecciones controladas; es decir, se infectaría con SARS-CoV-2 un grupo de voluntarios sanos y jóvenes para acelerar la prueba la vacuna.
Este tipo de infecciones controladas son el antecedente de la vacunación y se usaron con frecuencia, sobre todo para prevenir epidemias de viruela desde el siglo XV hasta principios del siglo XIX. La infección controlado se ha seguido considerando en los últimos 100 años aunque en contadas ocasiones, pues los países en general no las permiten, pero incluso la OMS tiene un protocolo para ellas.
El tema es, por supuesto, controvertido desde el punto de vista ético; para Nir Eyal, director del Centro de Bioética a nivel Poblacional de la Rutgers University, podría hacerse de manera segura y ética para los voluntarios, quienes no estaría en mayor riesgo, y quizá sería menor, que los trabajadores de la salud que atienden de manera cotidiana durante la contingencia.
La importancia de la misión sobrepasa los posibles riesgos, el incluso el dilema moral parece menor si se le compara con las decisiones que se deben tomar en los hospitales en zonas críticas sobre a quién salvan y a quién dejan morir.
México, a la zaga de la carrera
Con contadas excepciones, toda la información sobre cómo atacar al SARS-CoV-2 es abierta y gratuita y los productos desarrollados, como aseguran Johnson & Johnson y Kentucky BioProcessing sobre su vacunas, no serán vendidos con fines de lucro.
Es decir: esta no es una carrera competitiva sino colaborativa; no se trata de quién llega primero a alguna de las metas sino de llegar lo antes posible a cualquiera de ellas.
Sin embargo, en esta carrera, México está, por decirlo de alguna manera, empezando a ver por dónde está la línea de salida:
Apenas el 30 de marzo, la UNAM puso el ejemplo avisando que destinaría fondos del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) para que sus docentes e investigadores crearan “propuestas innovadoras contra el Covid-19”.
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), dirigido por María Elena Álvarez-Buylla, ha estado en silencio tratando de sacar su agenda de pleitos administrativos con el Foro Consultivo Científico y Tecnológico y el Sistema Nacional de Investigadores y haciendo una consulta de propuestas para una nueva Ley de Ciencia y Tecnología, y aunque su directora asegure que han estado en coordinación con la Secretaría de Salud, lo cierto es que hasta que fueron convocados públicamente no habían hecho convocatoria alguna a la comunidad de ciencia y tecnología para articular sus esfuerzos, que los hay aunque aislados, para enfrentar al coronavirus.
Con contadas excepciones, toda la información sobre cómo atacar al SARS-CoV-2 es abierta y gratuita y los productos desarrollados, como aseguran Johnson & Johnson y Kentucky BioProcessing sobre su vacunas, no serán vendidos con fines de lucro.
Es decir: esta no es una carrera competitiva sino colaborativa; no se trata de quién llega primero a alguna de las metas sino de llegar lo antes posible a cualquiera de ellas.
Sin embargo,
En esta carrera, México está apenas empezando a ver por dónde está la línea de salida. Apenas el 30 de marzo, la UNAM puso el ejemplo avisando que destinaría fondos del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) para que sus docentes e investigadores crearan “propuestas innovadoras contra el Covid-19”.
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), dirigido por María Elena Álvarez-Buylla, ha estado en silencio tratando de sacar su agenda de pleitos administrativos con el Foro Consultivo Científico y Tecnológico y el Sistema Nacional de Investigadores y haciendo una consulta de propuestas para una nueva Ley de Ciencia y Tecnología, y aunque su directora asegure que han estado en coordinación con la Secretaría de Salud, lo cierto es que no habían hecho ni dicho nada para enfrentar al SARS-CoV-2 hasta que los convocó la Secretaría de Salud.
La Secretaría de Salud con las cinco pruebas clínicas parece ser la más avanzada, pero son pruebas clínicas, no desarrollos de algo nuevo (cosa que tampoco le toca).
Por su parte, la comunidad científica, que hasta ahora tiene esfuerzos aislados de los investigadores que están en sus casas, después de pedir la coordinación de las autoridades, empezó a tratar de organizarse pero también hace unos cuantos días.
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No es solo que, por ejemplo, en México no hubiera un solo virólogo estudiando a los coronaviruses; tampoco que, aunque científicos chinos dieron a conocer la secuencia genética del SARS-CoV-2 desde el mes de enero para que cada país pudiera elaborar sus propias pruebas, aquí no las hicimos ni pudimos comprar suficientes hasta hace un par de días.
Así que nos toca esperar a que en algún otro país encuentren la solución.