La Secretaría de Salud de México afirma que los contagios se dan “a partir” de que se presentan los síntomas; hay una multitud de evidencias de lo contrario
“La transmisión asintomática del SARS-CoV-2 es el talón de Aquiles del control de la pandemia de Covid-19”.
Esta frase viene de un artículo de opinión publicado el 24 de abril en el New England Journal of Medicine, y tienen como base (entre otras 10) un artículo de investigación, publicado en la misma revista el 1 de marzo. La investigación muestra evidencia de contagios del virus SARS-CoV-2 por parte de personas pre sintomáticas y muy posiblemente por parte de personas asintomáticas.
El artículo usa los datos para cuestionar la estrategia de salud pública de Estados Unidos de hacer pruebas sólo a quien presente síntomas de Covid-19; el mismo argumento se puede usar para cuestionar al sistema Centinela que se usa en México y al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell quien el 25 de abril tuiteó:
“Como ya lo hemos explicado anteriormente, una persona puede transmitir #COVID19 en cuanto desarrolla síntomas. La probabilidad de contagio aumenta progresivamente con los días desde el inicio de la sintomatología; entre el cuarto y sexto día puede ser más contagiosa”.
Evidencia de transmisiones asintomáticas
Desde hace un par de meses, la evidencia indirecta en contra de lo que el subsecretario se empeña en explicar es abrumadora; empezando por la propia pandemia, pues son los contagios de personas pre sintomáticas y asintomáticas los que permiten explicar cómo este virus ha llegado a todo el mundo a diferencia del SARS-CoV-1, responsable de la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave (SARS) de 2003.
SARS-CoV-1 y SARS-CoV-2 tienen muchas similitudes; por eso, cuando apareció SARS-CoV-2 inicialmente se desplegaron las misma intervenciones con que se controló al SARS-CoV en ocho meses, después de que había infectado a unas 8,100 personas en áreas geográficas limitadas.
Pero con esas medidas, en cinco meses, el SARS-CoV-2 ha infectado a más de 2.6 millones de personas y continúa propagándose rápidamente por todo el mundo.
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La diferencia principal entre la forma de dispersión de ambos virus parece ser el contagio de las personas asintomáticos y los pre sintomáticos; es decir, aquellas personas que a pesar de estar infectadas aún no manifiestan síntomas (periodo que puede durar entre dos y 14 días) o que no los van a manifestar.
De hecho, SARS-CoV causaba la infección rápidamente y casi todas las personas con el virus tenían síntomas graves, como fiebre y dificultad para respirar; además, transmitían el virus después de enfermarse, no antes.
“La mayoría de los pacientes con SARS no fueron tan contagiosos hasta quizás una semana después de que aparecieron los síntomas”, dijo el epidemiólogo Benjamin Cowling de la Universidad de Hong Kong a Scientific American.
Ahora hay evidencia directa de que los contagios se producen antes de que se presenten los síntomas. Viene de una población pequeña y no representativa, una casa de retiro donde de los 76 residentes se contagiaron 56 y murieron 15. El problema es que esta población no solo no es representativa porque está conformada solo personas en riesgo por su edad, sino porque están en un lugar con altas medidas de seguridad y cuidada por personal médico calificado.
El estudio llega a la conclusión de que el SARS-CoV-2 logró colarse en estas instalaciones porque solo se hicieron pruebas a quien mostrara síntomas, y habría que agregar que, dado que se trataba de una población de riesgo, las pruebas se hacían ante el menor síntoma.
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Si bien los datos permiten afirmar que fueron personas sin síntomas, no permite distinguir si la transmisión se llevó a cabo solo por personas que después desarrollarían síntomas o también por las asintomáticas.
Dadas las características de la muestra, los resultados de este estudio, como todo en ciencia, son discutibles, lo que no deberían ser es ignorados; es más, se deberían tomar acciones con base en ellos.
El principio precautorio
En medicina, ante la falta de evidencia directa, la aplicación del “principio precautorio” es fundamental: tomemos más precauciones de las que se ha demostrado que son necesarias, no vaya a ser que acabemos ocasionando más daño del que pretendemos remediar.
Ante Covid-19, la Secretaría de Salud ha fallado varias veces no solo en aplicar el principio precautorio, también en atender las recomendaciones y advertencias de la Organización Mundial de la Salud OMS. En este tema, desde el 2 de abril la OMS dejó claro que “algunas personas” son contagiosas antes de mostrar síntomas y que aunque “hasta la fecha no se ha documentado la transmisión asintomática, esto no excluye la posibilidad de que pueda ocurrir”.
Esa es una evidente llamada a aplicar el principio precautorio.
El principio precautorio tampoco se aplicó en los aeropuertos cuando se dejó entrar sin revisar a los viajeros que venían de zonas de contagio ni cuando se retardaron las medidas de confinamiento y sana distancia y se realizó el Vive Latino. El caso más notable fue cuando no se le dijo al presidente que no debía hacer giras que podían facilitar los contagios ni dar mensajes de que la gente saliera a las fondas.
El caso de los cubrebocas es simbólico y está relacionado con las transmisiones asintomáticas. “No hay evidencia científica de que funcionen” ha dicho el vocero del gobierno federal, lo cual es cierto, porque para obtener esa evidencia se requiere de hacer experimentos u observaciones en los haya un grupo control con gente que sí se contagie.
Ya se reportó ese experimento en la revista Nature y sus conclusión es que las mascarillas si bien no previenen del todo el contagio, si lo hacen en cierta medida y son recomendables para evitar los contagios de personas pre o asintomáticas; pero esos resultados han sido ignorados. Se ha preferido continuar con el argumento de que podía ser más grave tener una “falsa sensación de seguridad”, de lo cual hay aún menos datos.
Pero el caso más dramático, y que probablemente se encuentra detrás de todos los errores, ha sido no atender la recomendación de la OMS de hacer muchas pruebas y seguir usando como base el modelo Centinela, que solo hace pruebas a quienes tienen ciertos síntomas. Esto ha impedido hacer una estimación del número real de contagios, (cabe añadir que cuando se intentó se hizo mal, como reportamos en Eje Central) observar las diferencias de dispersión del virus a nivel regional, hacer pruebas a quienes no presenten todos los síntomas y hacer un modelo matemático predictivo confiable.
Pero, eso sí, ha dado a los mexicanos una falsa sensación de seguridad.
El artículo del NEJM calcula que no considerar a las personas asintomáticas ha causado brotes de Covid-19 en una de cada 10 casas de retiro, a pesar de que están en estricto confinamiento, y que esto ha derivado en miles de muertes.
¿Es hora de aplicar el principio precautorio en todas las políticas de salud en México? Sí, lo es; de hecho, ya se nos hizo tarde.