En México, muchos niños tienen un nivel considerable de plomo en la sangre, un problema social e individual.
En 1983, el investigador Jerome Nriagu lanzó una aventurada hipótesis: la caída del imperio romano se debió en buena medida al envenenamiento por plomo de la clase dirigente.
Los romanos poderosos tenían cañerías de plomo (de las que deriva la palabra plomería) y usaban utensilios del mismo metal, así que Nriagu propuso que la acumulación del plomo a lo largo de generaciones causó el deterioro físico y mental de quienes tomaban las decisiones en el imperio y que esto lo condujo a su debacle.
Aunque la toxicidad del plomo era conocida, la idea de que causara la caída de Roma fue cuestionada desde el inicio en el ámbito académico, pero es posible que haya sido útil para Clair Patterson, un geoquímico que llevaba más de 20 años haciendo campaña para que se eliminara el plomo de las gasolinas, qué sumo la idea a sus argumentos y logró que, en 1986, se prohibieron las gasolinas con plomo en Estados Unidos. En México fue a partir de 1990.
Los niveles de plomo en la sangre de los mexicanos empezaron a bajar desde ese año (CITA) . Sin embargo no han bajado lo suficiente:
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), junto con la organización Pure Earth, que tiene la misión de limpiar el mundo de contaminantes químicos, publicó la semana pasada en el reporte La verdad tóxica: la exposición de los niños a la contaminación por plomo socava el futuro de una generación que millones de niños en México siguen con niveles altos de plomo en la sangre; es decir, 5 microgramos (µg) de plomo por decilitro (dL) de sangre o más.
El envenenamiento por plomo en la infancia es irreversible, produce ligero retraso mental y conducta violenta… ¿Podemos decir que la falta de competitividad y la violencia en México se deben al envenenamiento por plomo? Sí, pero quizá estaríamos exagerando un poco.
Cuánto nos pesa el plomo
A principios de 2015, Richard Fuller, el director de Pure Earth que entonces se llamaba Blacksmith Institute, vino a México a cabildear con autoridades de salud para solucionar este problema.
Fuller se basaba en el estudio, recién publicado entonces, Niveles de plomo en sangre en México y su implicación para la carga pediátrica de la enfermedad, donde a partir de una revisión demuestran que:
“Aunque ha habido éxito en la reducción de la exposición al plomo con la eliminación gradual de la gasolina con plomo, la exposición al plomo en México continúa amenazando la salud de millones, en gran parte debido a los esmaltes a base de plomo utilizados en la cerámica que se filtra en los alimentos”.
El equipo de investigación, encabezado por Jack Caravanos encontró que alrededor de la mitad, y posiblemente más, de los niños en México padecen de una condición llamada Retraso Mental Ligero (RML) a causa del plomo que ingieren con frecuencia en alimentos servidos o cocinados en utensilios de barro hechos en talleres artesanales o caseros.
El problema es que en los talleres artesanales o caseros donde se hacen cazuelas, jarras, platos y tazas, el horneado se hace con fuego de leña, que no alcanza la temperatura necesaria para fijar el barniz a base de óxido de plomo que se utiliza para vitrificar el barro; con el uso, el plomo se va soltando o lixiviando.
El equipo de investigación, encabezado por Jack Caravanos, concluyó que alrededor de la mitad, y quizá más, de los niños en México padecen de una condición llamada Retraso Mental Ligero (RML) a causa del plomo que ingieren con frecuencia en alimentos servidos o cocinados en utensilios de barro mal cocido.
A falta de programas oficiales permanentes de medición de plomo en la población mexicana, Caravanos y su equipo hicieron un meta-análisis de estudios académicos sobre el tema; en ellos se reportaban los resultados de medir plomo en la sangre de más de 50 mil mexicanos durante un periodo de 15 años.
Encontraron que antes de 1990, cuando había gasolinas con plomo, los mexicanos teníamos en promedio unos 20 microgramos de plomo por decilitro de sangre (20 µg/dL). Para 2015, los niños en zonas urbanas tenían 5.52 µg/dL.
Sin embargo, “no tuvimos datos suficientes para satisfacer los criterios estadísticos y no lo pusimos en el artículo. Pero podemos decir que para las zonas rurales el número está, en promedio, entre 15 y 20 µg/dL”, me comentó entonces Richard Fuller. “Es mucho más alto porque la gente come en este tipo de platos artesanales y cocina en las cazuelas todo el tiempo, no sólo cuando va a restaurantes pintorescos”.
En conjunto, “significa que casi la mitad de la población infantil en México está por arriba de la cantidad de plomo que se demostró afecta negativamente la inteligencia y el comportamiento”, se lee en el estudio.
La situación en los talleres caseros de alfarería en los pueblos mexicanos es aterradora. “Como el plomo no sabe mal, no te quema los ojos ni te irrita la piel se cree que es seguro… y, perdón por decirlo, pero son muy descuidados con el uso del barniz de plomo: no se lavan las manos, no limpian los talleres ni sus utensilios”, dijo Caravanos.
“Tenemos muchos estudios sobre los artesanos mismos -prosigue-. Y sus números son del orden de 40 o 50 o 60 µg/dL. Cuando tienes 120 te mueres”.
Alfarería brillante, mirada opaca
¿Qué tanto es tantito plomo? Los datos indican que tantito es demasiado.
Para la población mexicana en general, no sólo los niños, Caravanos encontró una media de 8.85 µg/dL de plomo en sangre en áreas urbanas y 22.24 µg/dL en rurales. En un estudio internacional, Bruce Lanphear y colaboradores midieron el efecto del plomo en la sangre sobre el Coeficiente Intelectual (IQ).
“La media de 8.85 µg/dL -dice Lanphear- significa un desplazamiento de alrededor de 5 puntos en la media poblacional de IQ”.
Esto puede no sonar a mucho, pero Caravanos calcula que en México sólo para la población de niños de cero a cuatro años se han perdido 8.6 millones de puntos de IQ.
Lanphear explica que, en ausencia de plomo, “la mayoría de las personas tenemos IQs de entre 85 y 115 puntos; sólo un 2.5% tienen un IQ superior a 130 puntos, lo que se considera ‘dotado’. En el otro extremo, otro 2.5% tienen IQs inferiores a 70, lo que se considera ‘con discapacidad’”.
Así, en ausencia de plomo, 3.1 millones de los 125 millones de mexicanos tendrían IQs debajo de 70 puntos; pero como hay plomo, ha de haber 57% más mexicanos con discapacidad cognitiva, eso son en total 4.9 millones de personas, poco menos de la población total de Costa Rica.
En el otro extremo de la curva, sin plomo México tendría 3.1 millones de personas dotadas, pero con el plomo han de ser alrededor de 1.3 millones menos de personas con IQs superiores a 130. Y eso, considerando el promedio urbano de 8.85 µg/dL de plomo en sangre, no el nacional.
Por otro lado, muchos estudios han demostrado que existe una relación entre la exposición al plomo durante la infancia y una predisposición a la violencia que se manifiesta años después. Uno de ellos, por ejemplo, encontró que el plomo en el aire, a causa de las gasolinas, permitía explicar hasta el 90% de la variación del “crimen agravado” en seis ciudades de EU, 22 años más tarde.
Una extensa revisión encontró situaciones similares en EU, Gran Bretaña, Canadá Francia, Australia Finlandia, Italia, lo que era Alemania Occidental y Nueva Zelanda, y concluye que la exposición al plomo durante la infancia parece ser más relevante para los niveles de crimen con violencia que las condiciones económicas, el funcionamiento de los departamentos de policía o las modificaciones que se hagan a la ley.
Aparentemente, la disminución del IQ y el comportamiento violento se deben a dos efectos distintos que tiene el plomo en el cerebro. Por un lado, decrementos en la cantidad de materia gris, en especial en la corteza prefrontal; por otro, la mielinización en la corteza frontal, que es determinante en el control de la impulsividad.
Para Richard Fuller sería demasiado decir que la crisis de violencia que se vive en México está directamente relacionada con el plomo, “hay muchos otros factores económicos y sociales que están influyendo -dice-. Pero creo sí podemos decir que la presencia del plomo no ayuda. Si tienes una situación complicada, el plomo tiende a complicarla más”.
Eso no es todo. Una lista, elaborada por Pure Earth, da cuenta de 142 efectos adversos del plomo en la salud, 56 de los cuales afectan a los niños (en el sistema nervioso, el crecimiento, el desarrollo cognitivo, la audición, el sistema digestivo y otros).
El RML es solo uno de esos males, y con ese basta para que en un cálculo de Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVAD) se pueda concluir que un niño que al nacer tiene una esperanza de vida de 80 años pero padece RML por exposición al plomo, perderá el equivalente a 29 años de su vida por discapacidad.
El AVAD del RML por plomo a nivel país para México para niños es casi del doble que el conjunto de las lesiones de cualquier tipo, me dijo Daniel Estrada, investigador y representante en México de Pure Earth, y calculó, con base en datos del año 2000 de la ONU, que el país “pierde mil millones de dólares anuales por el plomo”.
Lanphear ha estado en México, y de la experiencia recuerda una visita, con su esposa que es pediatra, a una de las casas de un artesano que aún usaba plomo. “Era un hogar muy pobre, los niños que estaban ahí, un recién nacido y otro como de tres años, parecían muy… digamos embotados. Sus ojos no brillaban como lo hacen en general los ojos de los niños. La madre tenía greta hasta los codos (no lo dice como expresión)”.
El remedio, seguro pero lento
En México, en 1991, la hija de siete años del entonces embajador de Estados Unidos, John Negroponte, se intoxicó con una bebida de fruta que había sido almacenada en una jarra de barro artesanal. El llamado Grupo de los Cien escribió una carta al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari pidiéndole que quitara el plomo de pinturas, gasolinas, lápices, latas, juguetes y por supuesto de la alfarería.
Se logró quitar el plomo de casi todo, menos de la alfarería.
Desde 1997 “es ilegal usar barniz de plomo en la alfarería. Es la ley, pero nunca se vigiló su aplicación. Hay normas, que no puedes venderlo, no puedes usarlo en alfarería, pero no hay quien verifique su cumplimiento. Así que nada ha cambiado”, comentó Fuller.
Las únicas instituciones mexicanas que se han ocupado consistentemente del problema del plomo en la sangre son el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías de México (Fonart) desde hace 21 años y el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP). De hecho, UNICEF se basó sobre todo en un estudio de 2018 del equipo de Martha María Téllez Rojo del INSP.
Es mismo equipo publicó en 2017 un estudio que encontró que el plomo puede pasar de madre a hijo durante la gestación, por lo que en el estado de Morelos, en promedio, 14.7 por ciento de los recién nacidos tenían 5 µg/dL o más de plomo en sangre; en los municipios marginados del estado el promedio es de 22.2 por ciento.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018-19 en México casi un millón cuatrocientos mil niños (1,382,606) exceden el valor indicado por la Norma Oficial Mexicana (NOM) vigente, pues tienen más de 5 µg/dL de plomo en sangre.
Fonart y el INSP han intentado muchas soluciones; por ejemplo, con apoyo de USAID y el Banco Mundial buscaron proveer a los alfareros de hornos que calienten las piezas por encima de 1,200 ºC; sin embargo, hay alrededor de 50 mil alfareros en el país y el esfuerzo se quedó lejos de la meta.
Más promisorio fue que Fonart y Pure Earth, en asociación con investigadores de compañías químicas, hicieron barnices inocuos que no lixivian aunque se cuezan a las bajas temperaturas se puede alcanzar en talleres caseros. Uno es de boro y otro tiene plomo pero combinado con otros elementos y que sí se fija. El vidriado queda bien y ambas opciones son más baratas que la greta.
Pero la adopción del nuevo material por parte de los artesanos no es fácil ni rápida. Para implementarla, Pure Earth, Fonart y el INSP crearon el programa Barro Aprobado, que remedia los talleres, los limpia, mide plomo en sangre en alfareros y familia y capacita en el uso de los nuevos barnices.
Lanphear comentó que en las casas de alfareros que cambiado hacía tiempo al barniz sin plomo “los niños se veían más despiertos y el alfarero hacía piezas de cerámica con más detalle en las pinturas (…) se ha observado que los trabajadores que usan plomo pierden su coordinación motora fina”.
Hacer el cambio en todo el país no será fácil. El antropólogo José Hernández comentó que en México “son más de 500 años de tradición de loza vidriada (…) Es un problema social, es un problema que tiene que ver con familias enteras que están dedicadas a esta producción y cuyos ingresos dependen de este tipo de artesanía”.
Epílogo romano
En 1998, Nriagu escribió el artículo “Clair Patterson y el paradigma ‘Muéstrame los datos’ de Robert Kehoe sobre el envenenamiento ambiental por plomo”. Kehoe, un toxicólogo empleado por la Ethyl Corporation, enunció su paradigma o regla en 1925, donde pedía que, para retirar el tetraetilo de plomo de las gasolinas, se demostrara que hacía daño, en lugar de que se hiciera al revés.
A pesar de que iba en contra del principio precautorio y privilegiaba los intereses económicos (en este caso la eficiencia en la quema de combustibles), esta regla no fue cuestionada durante 40 años hasta que lo hizo Patterson. El argumento de Kehoe entonces era que una cierta cantidad de plomo en la sangre, hasta 80 µg/dL, era “normal” y no producía daños.
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Para sustentar sus dichos Kehoe hizo mediciones de plomo en trabajadores de un planta de tetraetilo de plomo que supuestamente no habían estado expuestos al plomo y en campesinos mexicanos. El tetraetilo ya no se hace, pero los campesinos y los niños mexicanos siguen teniendo plomo en la sangre, cosa que no es ni debiera ser normal.