El deterioro cognitivo no puede curarse, pero puede prevenirse
Dos de cada tres personas creen que alguna forma de demencia o, mejor dicho, de deterioro cognitivo es parte del proceso natural del envejecimiento. Lo cual no es cierto.
Pero, peor aún, 62 por ciento de los profesionales de la salud en los 155 países donde se hizo la encuesta piensan lo mismo… Y sigue sin ser cierto.
Esto significa que, si bien mucha gente es consciente de que el mal de Alzheimer es una enfermedad, piensan que los olvidos y la pérdida de algunas facultades mentales son solo casos extremos de la “senilidad” o vejez y de una “normal” demencia senil y no, como sucede en realidad, el resultado de algún mal neurodegenerativo.
Así que a estas cifras, basadas en las respuestas de 70 mil encuestados y consignadas en el Reporte Mundial 2019 de la organización Alzheimer Disease International, se suma que una de cada cuatro personas cree que no hay forma de prevenir el deterioro cognitivo. Esto también es falso.
Lo que no es falso es que, si no entendemos que estas condiciones de salud pueden ser prevenidas en muchos casos, para el año 2050 existirán en el mundo unos 115 millones de personas con alguna forma de demencia. Esto implicará un costo de alrededor del 1% del Producto Interno Bruto mundial…
Y esta cifra es pequeña si la comparamos con el costo emocional y financiero que enfrenta una familia cuando uno de sus miembros padece alguno de los males neurodegenerativos.
Los 12 factores y los que faltan
En julio de este año, la Comisión Lancet sobre Prevención, Intervención y Atención de la Demencia, formada por 28 expertos, agregó tres factores de riesgo “con evidencia nueva y convincente” a los nueve que ya se conocían. La modificación de los 12 factores de riesgo durante el curso de la vida podría retrasar o prevenir hasta el 40% de los casos de padecer un mal neurodegenerativo. Estos son:
- Hipertensión,
- discapacidad auditiva,
- tabaquismo,
- obesidad,
- depresión,
- inactividad física,
- diabetes,
- tener poca educación,
- escaso contacto social,
- alcohol,
- lesión cerebral debida a un golpe y
- la contaminación del aire.
Cada uno de estos factores se asocia con un cierto riesgo de padecer demencia. Por ejemplo, se ha visto que los golpes fuertes en la cabeza se asocian con un incremento de 72% en el riesgo de padecer demencia (y un 57% de desarrollar el mal de Parkinson). Además, hay diversos estudios que, sea porque aún no juntan evidencia suficiente o son muy recientes, no entran aún en la lista.
Para poner un ejemplo notable y reciente, apenas el 15 de septiembre se publicó un estudio que muestra que quienes padecen Síndrome de Estrés Postraumático tienen el doble de riesgo de padecer demencia. Para llegar a esta conclusión, los investigadores recopilaron y analizaron los hallazgos de 13 estudios realizados en cuatro continentes, incluidos datos de un total de 1,693,678 personas.
Por otra parte, hay varios tipos de demencia y los factores de riesgo no aplican de la misma manera para todos. Un estudio comparó a más de 370 mil personas con diabetes tipo 2 con casi 2 millones de controles emparejados durante un promedio de siete años, y encontró que esta forma de diabetes aumenta en 36% las probabilidades de desarrollar demencia vascular, en 9% las de padecer demencia no vascular y no aumenta el riesgo de padecer el mal de Alzheimer, que por otra parte es la más usual con el 70% de los casos.
Para prevenir o retrasar la demencia, la Comisión Lancet recomendó que los países brinden educación primaria y secundaria a todos los niños, tomen medidas para prevenir la obesidad y la diabetes y reduzcán la contaminación del aire y prevenir la iniciación a fumar, entre otras.
Adesola Ogunniyi, de la Universidad de Ibadan, Nigeria, y una de las pocas integrantes de la comisión que no proviene de un país desarrollado comentó que:
“En los países de ingresos bajos y medios, la mayor prevalencia de factores de riesgo de demencia significa que una proporción aun mayor de demencia es potencialmente prevenible que en los países de ingresos más altos… En este contexto, la educación primaria y secundaria para todos y las políticas para dejar de fumar pueden lograr grandes reducciones en la demencia y deben ser priorizadas”.
Y agregó: “Necesitamos más investigaciones sobre la demencia provenientes de países de ingresos medios, para que podamos comprender mejor los riesgos particulares de estos entornos”.
Las mujeres, ¿están en mayor riesgo?
Aparentemente, las mujeres tienen más posibilidades de padecer el mal de Alzheimer, ya que dos de cada tres personas con esta condición son mujeres; sin embargo, esta pudiera ser una apreciación errónea debida al hecho de que las mujeres con Alzheimer viven más que los hombres con la enfermedad y, además, lo padecen con síntomas menos graves, incluso cuando tienen niveles comparables de proteínas tóxicas del Alzheimer en sus cerebros.
A finales de agosto, un grupo de científicos de la Universidad de California en San Francisco publicó evidencia de que las mujeres tienen protección genética contra los estragos de la enfermedad: un gen que se encuentra en los cromosomas X, del que los hombres tienen una copia y las mujeres dos. La investigación, realizada en un modelo de ratón comparable a los seres humanos, incluso encontró una variante especialmente potente de este gen, a la que llamaron Kdm6a.
Por otra parte, un nuevo estudio indica que los niveles hormonales pueden ser un factor de riesgo para el desarrollo del mal de Alzheimer, e incluso propone un papel para el reemplazo de estrógeno en la menopausia temprana para proteger contra el desarrollo de esta enfermedad.
Estos resultados parecen complementarse con los de otro estudio, realizado de manera independiente, que encontró que mientras más tiempo dura la fertilidad de una mujer, mayor es su riesgo de padecer Alzheimer, y esto se relaciona con los niveles de estrógeno, pero no de una forma lineal.
Ingmar Skoog, de la Universidad de Gotemburgo y quien dirigió el estudio que siguió a 1,364 mujeres entre 1968 y 2012, comenta que “los resultados variables del estrógeno pueden deberse a que tiene un efecto protector temprano en la vida, pero es potencialmente dañino una vez que ha comenzado la enfermedad“.
México, sin recursos pero con pacientes
En México hay alrededor de un millón de personas afectadas por alguna condición de deterioro cognitivo. Luis Miguel F. Gutiérrez Robledo, director del Instituto Nacional de Geriatría explica que las demencias son un problema nacional de salud que, sin embargo, no se está atendiendo de manera adecuada.
En una charla con la prensa, el experto señaló que “hay muchos rezagos… no hay centros de atención especializados ni redes de apoyo para las familias”.
Gutiérrez Robledo comentó que, con la información que se tiene actualmente “podemos hacer perfiles individuales de factores de riesgo y diseñar programas a la medida” de los pacientes, y que el país podría seguir el plan de acción de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que desde 2012 reconoce que estos padecimientos como una prioridad de salud pública. Sin embargo, comenta, no hay financiamiento para hacerlo.
No solo en materia de salud pública el problema está desatendido. El experto señala que, por ejemplo, “el Código Civil de la Ciudad de México es del siglo antepasado” y que el tema de la tutela de las personas incapacitadas legalmente está muy rezagado.
En la misma reunión, Rosa Farrés González-Saravia, de la Federación Mexicana de Alzheimer, mostró los resultados de la encuesta del Reporte Mundial 2019 de la organización Alzheimer Disease International y destacó que 35% de los cuidadores de pacientes con demencia han omitido hablar del diagnóstico de una persona con esta condición.
“El estigma es nuestra barrera más importante y más difícil. Es familiar, social y de gobierno”, dice González Saravia.
Epílogo de ensueño y ciencia ficción
Ante este panorama, a los mexicanos las posibilidades de cura que se están encontrado para los males neurodegenerativos nos pueden parecer de ciencia ficción. Por ejemplo: se desarrolló una molécula que puede formar y reestablecer conexiones entre las neuronas y que llega a ser eficaz incluso en el caso de lesiones de médula espinal; pero, como no se trata de hacer conexiones así nomás, esta molécula podría ser administrada por microbots que pueden ser dirigidos hacia su destino magnéticamente.
Por lo pronto, los neurocientíficos Matthew Walker y Joseph Winer han descubierto que el sueño profundo parece prevenir el desarrollo del Alzheimer. “El lado positivo aquí es que hay algo que podemos hacer al respecto”, dijo Walker en un comunicado de la Universidad de California en Berkeley. “El cerebro se lava durante el sueño profundo, por lo que puede haber la posibilidad de hacer retroceder el reloj durmiendo más temprano en la vida”.
Así que mucho sueño profundo y reparador puede ayudar. Además, si vemos los factores de riesgo, una vida sana es lo mejor que podemos tratar de hacer para prevenir las demencias. Ah, y por cierto, una observación importante en estos tiempos: recientemente se comprobó que la vacuna contra la influenza protege del Alzheimer.