En el combate a las futuras pandemias, la biodiversidad es nuestra primera línea de defensa…
El pasado 16 de noviembre de 2020, en un congreso de la Asociación Americana de Medicina Tropical e Higiene, se dio a conocer un estudio sobre un nuevo virus mortal que puede propagarse de persona a persona en entornos de atención médica.
El brote ocurrió del virus Chapare cerca de la capital de Bolivia, La Paz, en 2019, y fue contenido exitosamente; sin embargo, ocurrieron al menos cinco infecciones con síntomas similares a los que causa el virus del Ébola; tres de ellas fueron mortales.
“Creemos que muchos fluidos corporales pueden potencialmente portar el virus”, dijo Caitlin Cossaboom, epidemióloga de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).
Antes del reciente brote se había confirmado un único caso en 2004 en la provincia boliviana del Chapare. La reaparición en 2019 de esta fiebre hemorrágica ocasionó que el Ministerio de Salud de Bolivia, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y los CDC se pusieran a investigar las características y orígenes de la enfermedad, además de que desarrollaron una prueba PCR que permite diagnosticarla.
El virus del Chapare pertenece al grupo de los llamados arenavirus, que incluyen a otros patógenos peligrosos como el virus Lassa, que causa miles de muertes anuales en África Occidental, y el Machupo, que ha causado brotes mortales en Bolivia. Los investigadores sospechan que ha estado presente en la zona, pero los síntomas se han confundido con el dengue.
Además, tienen evidencia preliminar de que una especie de roedor es la portadora del virus y puede transmitirlo a las personas u otros animales que a su vez pueden infectar a los humanos.
Se puede decir que la aparición del virus Chapare es en sí misma un síntoma, por lo pronto uno leve, de un problema que aqueja al mundo entero y a Latinoamérica en particular y que que se puede resumir con la advertencia que a lo largo de estos últimos meses han hecho diversos organismos de investigación: la pérdida de biodiversidad puede causar pandemias, entre otros males.
La fábula de los animalitos peligrosos
Cada año, de acuerdo con el reporte de WWF, surgen tres o cuatro nuevas enfermedades infecciosas en los seres humanos, y se calcula que en los últimos 30 años, alrededor del 65% por ciento de ellas tuvieron un origen zoonótico; es decir, pasaron de un animal al ser humano.
La reciente pandemia causada por el coronavirus revela el problema más grave de las zoonosis: como los patógenos son desconocidos no tenemos defensa inmunológica ni médica contra ellos. Así, aunque aún no se conoce bien el origen del SARS-CoV-2, está claro que las millones de infecciones registradas en estos dos años, que han acarreado más de siete millones 300 mil muertes (hasta el momento) se dieron a partir de un único y primer caso humano.
Es por esto que el reporte del WWF llamo a covid-19 “una llamada urgente para proteger a la gente y la naturaleza”. En palabras del biólogo Rodrigo Medellín “la conservación debe ser considerada la primera línea de defensa para la siguiente pandemia”.
La relación entre las zoonosis virales y la biodiversidad sucede por el llamado efecto de dilución, que se puede explicar así: los virus suelen pasar de una especia a otra; cuando hay muchas especies, la probabilidad que tiene cada una de recibir un nuevo virus es baja; cuando disminuye el número de especies, aumentan las probabilidades de que los seres humanos recibamos los virus zoonóticos.
Por otra parte, Rodolfo Dirzo, biólogo que lleva años advirtiendo sobre los peligros de la defaunación, comenta que las actividades humanas, como la caza a la agricultura, no disminuyen de manera homogénea la biodiversidad animal, y en particular la de los mamíferos, de donde provienen la mayor parte de las zoonosis, se elimina primero a las especies de mayor tamaño.
Sobreviven, sobre todo, especies de roedores y los murciélagos, que además pueden considerarse reservorios de patógenos zoonóticos. Esto no es especulación, Dirzo lo ha podido comprobar experimentalmente en Kenia y es también la conclusión de un análisis de alrededor de 6,800 comunidades ecológicas en seis continentes publicado recientemente.
“Hemos estado advirtiendo sobre esto durante décadas”, dijo Kate Jones, del University College de Londres y coautora del estudio, a la revista Nature. “Nadie prestó atención”.
Epílogo de la desesperanza
Los estudios sobre pérdida de biodiversidad dados a conocer este año señalan que aún no es demasiado tarde para frenar el declive de la diversidad biológica, incluso aseguran que es posible revertir las tendencias actuales. Además, coinciden en que las acciones necesarias para la conservación coinciden con las que se requieren para reducir la pobreza y combatir el cambio climático.
Sin embargo, aclaran que es necesario tomar acciones ahora, aprovechando la crisis del covid-19.
En junio pasado, el Global Land Analysis & Discovery (GLAD) del Global Forest Watch con datos de observaciones satelitales sistematizados por investigadores de la Universidad de Maryland, calculó que durante 2019 cada seis segundos se perdió el equivalente a un estadio de fútbol de bosque tropical, que la región con mayores pérdidas fue América Latina (sobre todo debido a los incendios en países amazónicos) y que México entró en el noveno lugar a la lista de los 10 países que más destruyen sus bosques tropicales.
El coronavirus no nos ha hecho recapacitar. En los últimos años, México ha asignado cada vez menos presupuesto al cuidado del medio ambiente, y para el año 2023 despareció de la propuesta del Presupuesto de Egresos de la Federación la asignación de recursos para el fideicomiso de la Comisión Nacional para el Uso y Aprovechamiento de la Biodiversidad (Conabio), la institución que más sabe de biodiversidad en el país y que es ejemplo en el mundo.
¿MÁS SOBRE EL TEMA? Puedes revisar
- la quinta edición de las Perspectivas sobre la Biodiversidad Global de la ONU y
- el informe del Panel Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) titulado Escape de la era de las pandemias.