Una de las preguntas más antiguas y más relevantes que nos hemos hecho como humanidad es sobre el origen de la consciencia.
Es decir, tratar de responder cómo es que un trozo de materia, llámese nuestro cuerpo, el cerebro o las neuronas interconectadas, puede advertir o percatarse de su propia existencia y la del mundo que le rodea.
Esta “sustancia”, la consciencia, es tan compleja y elusiva que en general es materia para el misticismo o la filosofía, y para esta última la pregunta suele ser si podemos siquiera estudiarla de manera científica. El problema, en pocas palabras, es cómo se puede aspirar a medir objetivamente la sustancia misma de la subjetividad.
Pero ayer en la revista Nature se publicaron los resultados de un experimento que se desarrolló durante siete años por un equipo internacional integrado por personas de universidades en Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otras, y que da algunas respuestas sobre la naturaleza de la consciencia y su generación.
Las dos teorías
El experimento puso a prueba las dos teorías científicas más prominentes sobre la generación de la conciencia: la Teoría de la Información Integrada (TII) y la Teoría del Espacio de Trabajo Neuronal Global (TEGN), nombres y siglas que no hace falta aprenderse.

La primera, la TII, propone que la consciencia surge cuando la información dentro de un sistema (como el cerebro) está altamente conectada y unificada; de acuerdo a esta teoría, este sistema se percibiría conscientemente actuando como un todo.
Por otro lado, quienes defienden la Teoría del Espacio de Trabajo Neuronal Global dicen que una red de áreas cerebrales destaca información importante en el cerebro, llevándola al “frente” de nuestras mentes y difundiéndola ampliamente en el momento en que entra en la consciencia, lo que produce la experiencia consciente.
Antes de comentar los resultados del experimento, que se hizo con 256 sujetos humanos, vale la pena decir que, como ya se habrá dado cuenta el público, el experimento no se trató de medir la conciencia sino la localización de la actividad cerebral durante el proceso consciente.
Hallazgos sobre la consciencia
Hace rato comenté que no era necesario aprenderse los nombres de las dos teorías contrapuestas que pusieron a prueba para explicar la consciencia porque en el experimento ninguna de las dos demostró con claridad ser la correcta. Los resultados fueron ambiguos en ese terreno.
Sin embargo, la investigación demostró que existe una conexión funcional entre las neuronas de las áreas que procesan la visión, ubicadas en la parte posterior del cerebro (que fue la que se investigó) y las áreas frontales, “lo que ayuda a comprender cómo nuestras percepciones se vinculan con nuestros pensamientos”, señala un comunicado del Allen Institute.
Más que eso, los resultados también muestran que la corteza prefrontal, que es importante para el razonamiento y la planificación, es menos importante para la conciencia en sí misma, la cual más bien parece estar vinculada con el procesamiento sensorial y la percepción.
“En otras palabras –agrega el comunicado–, la inteligencia se trata de hacer, mientras que la conciencia se trata de ser”.
Epílogo
Aunque no se haya podido distinguir cuál de las teorías es la correcta o la que más se acerca a la realidad, estos descubrimientos ayudan a la comprensión de la conciencia y podrían indicar cómo tratar mejor los trastornos de la misma, como el coma o los estados vegetativos.
Por otra parte, está demostrado desde hace tiempo que muchos mamíferos, además de nosotros, tienen conciencia, sin la “s”, es decir, tienen ideas sobre lo que está bien y lo que está mal, una sustancia ligeramente distinta a la consciencia que valdría mucho la pena comprender mejor.
Si te interesa el tema de la consciencia, tal quieras leer sobre Klara y el Sol, una novela cuya protagonista es una Inteligencia Artificial consciente, y que reseñamos hace unos días.