Comenzó con un médico deshonesto y unos reporteros ineptos; en 2018 hubo 60,000 caso de sarampión, y ayer el estado de Washington se declaró en emergencia sanitaria.
CDMX, 28 de enero 2019. Apenas la semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que para 2019 una de las 10 grandes amenazas que se ciernen sobre la salud de la humanidad es el movimiento antivacunas. Era la primera vez que el mal trabajo de los periodistas alcanza tales dimensiones y tan alto “reconocimiento”.
“La vacunación es una de las mejores formas de evitar enfermedades con eficacia y a bajo costo: actualmente previene de 2 a 3 millones de muertes al año, y otros 1.5 millones de muertes podrían evitarse si se mejorara la cobertura mundial de las vacunas”, dice la OMS.
Pero hay quienes no lo ven así. A nivel mundial, los casos de sarampión, una enfermedad muy contagiosa, han experimentado un aumento del 30%; según reporta The Guardian, en Europa, el año pasado se registraron 60,000 casos, 72 de los cuales condujeron a la muerte de los pacientes, el doble que en 2017; en Nueva York se acaba de dar el peor brote en décadas de sarampión entre judíos ultraortodoxos que no se vacunan por motivos religiosos y apenas ayer se declaró una emergencia sanitaria en Washington.
También en México, a pesar de la obligatoriedad de la cartilla nacional de vacunación, se han dado casos de sarampión y existe un incipiente movimiento antivacunas (esta semana les presentaremos un reportaje al respecto). El sarampión no es una enfermedad necesariamente mortal, pero los sobrevivientes pueden quedar con daño cerebral o sordera permanentes y/o una severa neumonía.
Y en buena medida, la primera epidemia de salud causada por la dispersión de una idea errónea, y no de un organismo biológico, es la responsabilidad de los medios de comunicación por dispersar la creencia errónea de que las vacunas son peligrosas.
El origen de “un nuevo tipo de enfermedad”
Se trata del “peor desastre de relaciones públicas de la historia de la medicina”, así califica el periodista Jeremy Laurance a la conferencia de prensa en la que se dijo que la vacuna triple (que protege contra sarampión, rubeola y parotiditis) parecía haber provocado “hiperplasia nodular linfoide del ilion, colitis no específica y un desorden pervasivo del desarrollo en niños”.
En febrero de 1998, el Royal Free Hospital convocó a una conferencia de prensa con la intención de dar a conocer al público el estudio “Hiperplasia nodular” realizado por uno de sus médicos, el entonces doctor Andrew Wakefield, publicado en una de las revistas especializadas en investigación médica de mayor prestigio: The Lancet.
Los editores The Lancet, cuenta Laurance, conscientes de que el estudio era potencialmente peligroso y de que no estaba bien hecho (tenía solo 12 casos y su muestra no era tomada al azar, pues eran niños que vivían en las proximidades del hospital), así que ellos no solo no promovieron la publicación con la prensa, sino que le pusieron un comentario al lado con la advertencia de que debía tomarse con cuidado.
Pero el Royal Free no fue tan precavido. A pesar de que hubo médicos que se propusieron decir en la conferencia que las vacunas son seguras y eficaces, y hasta lo ensayaron antes; al día siguiente, los periodistas (haciendo caso omiso de la advertencia de los demás médicos, la de The Lancet y de que el reporte tenía solo 12 casos y casi el mismo número de malestares inespecíficos) publicaron notas acerca de las “dudas” que tenía los científicos sobre la seguridad de la vacuna triple.
Hasta ese momento, la palabra autismo estaba bastante perdida en el artículo de The Lancet; fue hasta el año 2000, cuando Wakefield llevó su campaña contra las vacunas a EU, que el supuesto peligro de padecer autismo empezó a ser el eje del movimiento, y que se pasó de hablar de la vacuna triple a todas las vacunas.
Los periodistas y productores del influyente programa 60 minutes no fueron más concienzudos que los periodistas ingleses que fueron a la conferencia del Royal Free Hospital, ni en cuanto a la verificación de la información ni en cuanto a los efectos que podría tener de hacerla pública.
Así, cuando Wakefield dijo en la entrevista pregrabada que la “epidemia de autismo que estaba ocurriendo” era debida a la vacuna triple, nadie se preocupó por ver si efectivamente había una epidemia de autismo, ni si había alguna prueba siquiera medianamente creíble de que la triple tenía algo que ver con ella.
Después se supo que todo estaba basado en mentiras.
El fraude de Wakefield
Tres años después, por fin apareció en este drama un reportero capaz de hacer bien su trabajo. Brian Deer trabajó para el diario The Sunday Times y el Canal 4 del Reino Unido y logró desenmascarar a Wakefield.
El cometido no era fácil de lograr porque los datos estaban reservados con el fin de proteger la identidad de los jóvenes pacientes; pero, finalmente, Deer encontró que no unos cuantos sino todos los datos reportados por Wakefield y sus colegas en 1998 eran falsos o estaban alterados.
Y Deer no solo encontró que se había cometido lo que no puede calificarse más que como un crimen, también encontró el móvil del criminal.
Desde 1996, antes de que ninguno de los 12 niños fuera al hospital, Wakefield había sido contratado por el abogado Richard Barr para minar la confianza en la vacuna triple, en un esfuerzo de especular con las demandas que ambos podrían hacer en contra de las farmacéuticas que producían la vacuna.
Wakefield cobraba por hora de trabajo nada menos que 150 libras esterlinas (unos 7,100 pesos mexicanos de la actualidad), y Barr sacaba el dinero para pagarle de un fondo del gobierno del Reino Unido que tenía la finalidad de ayudar a la gente pobre a tener acceso a la justicia.
Justicia, una buena palabra que en esta historia no tiene presencia alguna…
Epílogo, el peligro del movimiento antivacunas
El artículo de “investigación” fue retractado por The Lancet y a Wakefiel se le retiró su licencia de médico. Pero el movimiento antivacunas había comenzado, tomado vuelo y, a la fecha, no sólo no se ha detenido, sino que el cálculo de la OMS es que seguirá creciendo así como el número de sus víctimas.
La razón para que crezca se puede formular de una manera sencilla: hay padres que no quieren proteger a sus hijos poniéndoles una vacuna.
Ahora, las razones por las que no quieren proteger a sus hijos vacunándolos distan mucho de ser sencillas. La mente humana, donde esta “enfermedad” se incuba, nace, crece y se dispersa como una epidemia, es mucho más complicada que un virus.
En próximas entregas en Los INTANGIBLES comentaremos sobre lo que se sabe hasta ahora del comportamiento de esta epidemia, muy parecida a la que está impidiendo frenar el cambio climático, y de las posibilidades que existen de hacer “terapias” contra ella.
De dónde viene la información:
La OMS considera a los antivaxers una de las 10 amenazas más importantes del siglo.
https://www.who.int/es/emergencies/ten-threats-to-global-health-in-2019
Anti-vaxxers are among the WHO’s top 10 global health threats, and Ebola fake news is killing people
Deer vs Wakefield
https://www.independent.co.uk/life-style/health-and-families/health-news/i-was-there-when-wakefield-dropped-his-bombshell-1882548.html
https://www.bmj.com/content/342/bmj.c5347
https://www.bmj.com/content/342/bmj.C5258.full
Retractación:
https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140673697110960/fulltext