La inmunidad surgió hace milenios como un mito; ahora que la vacunación está demostrada hay quienes tienen la errónea creencia de que es un mito.
Dr. Diego Ángeles Sistac
En su libro “On Immunity”, Eula Bliss establece que el concepto de inmunización apareció originalmente cuando la madre de Aquiles sumergió a éste en el rio Estigia, haciéndolo invulnerable al daño. Sin embargo, fue Edward Jenner en 1796 quien desarrolló la primera vacuna.
Jenner observó que las mujeres que habían contraído viruela bovina, tras ordeñar vacas infectadas con dicha enfermedad, no se enfermaban con viruela humana. Entonces, este médico rural impregnó el material contenido en una de las ampollas de una vaca infectada (pudo ser suero o pus) en una llaga de James Phipps, un niño de 8 años de edad; un mes más tarde lo inoculó con viruela humana.
James no presentó ningún síntoma de la enfermedad, convirtiéndose en el primer caso exitoso de lo que ahora llamamos vacunación (por su origen vacuno) y dando pie a la eventual erradicación de la viruela humana, una de las enfermedades más letales de la historia
Hoy en día las vacunas protegen contra un sinfín de infecciones: tuberculosis, influenza, meningitis, sarampión, rubeola, parotiditis, tétanos, difteria, polio, etcétera. Otras vacunas, incluso, ayudan a prevenir y erradicar algunos cánceres, como la vacuna para hepatitis B o la de Virus de Papiloma Humano, que ha disminuido drásticamente la prevalencia de cáncer cérvico-uterino.
No obstante, el exitoso camino de las vacunas tuvo su mayor obstáculo en pleno siglo XX como consecuencia de una publicación en una de las más famosas y aclamadas revistas médicas: “The Lancet”. En 1998 el Dr. Andrew Wakefield, junto con doce colegas médicos, publicó un artículo fraudulento que ligaba la vacuna de sarampión, rubeola y parotiditis (SRP) con la aparición de diversas afectaciones intestinales y conductuales, entre éstas, el autismo.
Pasaron 12 años para que se desenmascaran los falsos hallazgos del artículo de Wakefield, momento en el que “The Lancet” retractó la publicación en cuestión.
El daño que causó la publicación de Wakefield persiste hasta el día de hoy, ya que, además de sentar las bases “científicas” del movimiento antivacunación, se tuvieron que invertir cantidades inconmensurables de dinero hacia estudios que probaran la seguridad de las vacunas.
El movimiento antivacunas y la falta de inmunización hoy en día
Es difícil estimar el daño que generó el movimiento antivacunación; se calcula que en el Reino Unido la tasa de vacunación SRP disminuyó de 92% en 1996 a 84% en 2002. En Irlanda para el año 2000 la tasa de vacunación estaba debajo del 80% y en Estados Unidos, tras la publicación de Wakefield, la vacunación contra SRP cayó un 2%, no sobra mencionar que, en el mismo país, entre 2014 y 2015 se reportó un brote de Sarampión en un parque de Disney en California que afectó a 125 personas.
La reemergencia en el siglo XXI de enfermedades infecciosas antes controladas, como el Sarampión en Estados Unidos y Europa y la Polio en Pakistán reflejan, respectivamente, las consecuencias del rechazo desinformado a la vacunación y la escasez de recursos públicos destinados a la vacunación.
Si bien las vacunas no están exentas de complicaciones, y efectos adversos, la realidad es que estos ocurren en muy pocos casos y en su mayoría son leves, tratables o transitorios. En realidad, no existen contraindicaciones científicas generales contra algún componente o vacuna de los esquemas de inmunización nacionales (desmitificando: la alergia al huevo tampoco constituye una contraindicación), por lo que la objeción moral no debería considerarse suficiente para evitar la inmunización.
De la inmunización al mito
El éxito de la primera vacuna no fue suficiente para aceptar las ideas de inmunización e incluso la experimentación posterior que incluyó más gente (entre ellos al hijo de Edward Jenner), tardó en ser aceptada tanto por los médicos de la época como por el público general. Doscientos años después, el mito de Wakefield puso en entredicho a la comunidad científica, retrasando el avance que habían generado las vacunas y poniendo en riesgo a miles de personas.
La vacunación es una de las mejores herramientas de salud preventivas a nivel mundial y no hay razón para temerle. La Organización Mundial de la Salud estima que entre el 2010 y el 2015 las vacunas evitaron al menos 10 millones de muertes y han prevenido, en mayor cantidad, la morbilidad y el sufrimiento derivado por muchas otras enfermedades infecciosas.
La vacuna de sarampión -aquella que difamó Wakefield- disminuyó en 78% las muertes por dicho virus entre 2000 y 2008.
Igualmente, el mundo se encuentra al borde de erradicar la poliomielitis, cuya tasa de afección ha disminuido en 99% desde 1988. Por si fuera poco, el Programa Expandido de Inmunización que vacuna contra seis enfermedades letales (difteria, tos ferina, tétanos, sarampión, poliomielitis y tuberculosis) pasó de cubrir, en 1974, al 5% de todos los niños a nivel mundial a más del 86% hoy en día.
No malgastemos el sacrificio de James Phipps, ese valiente y real Aquiles de 8 años que recibió, sin más método científico que la experimentación, la primera inmunización contra la viruela humana.