Quienes cuidan de nuestra salud no solo están en riesgo de contagiarse de Covid-19, su salud mental también está amenazada; por fortuna, para esto hay remedios accesibles
Puede parecer menos urgente, pero así como los respiradores, mascarillas, guantes y otros materiales son imprescindibles para enfrentar la pandemia de Covid-19, el personal de salud necesita cuidar también de su propia salud mental ante la emergencia. Sucede en todo el mundo y México no solo no es la excepción sino que ha venido arrastrando graves carencias en esta materia.
Incluso en condiciones normales, el personal de salud es particularmente susceptible a los padecimientos de salud mental.
Por ejemplo, un documento de 2007 de la Facultad de Medicina de la UNAM que explica el síndrome de burnout, señala que no es casualidad que este problema haya sido descrito por primera vez entre el personal de salud: sus grandes responsabilidades, altas cargas de trabajo y horarios extremos son los desencadenantes ideales para el desarrollo de esta condición, entre otros padecimientos de salud mental.
El recrudecimiento de los desencadenantes que sucederá como resultado de del Covid-19, aun cuando es menos inmediato que el riesgo de contagio, puede tener graves consecuencias para enfermeras, médicos, camilleros, pacientes sus familiares y la población en general; sobre todo porque la pandemia no es una crisis que pasará pronto, no es una carrera corta sino para un maratón que durará meses y en el que no conocemos la ruta.
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La doctora María Elena Medina Mora, jefa del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la UNAM, comenta que el problema ya ha empezado a estudiarse en el personal de salud que ha atendido la emergencia en China.
“Ya tienen algunos resultados preliminares, observan síntomas de estrés en un 74% del personal; depresión en la mitad, ansiedad en 45% e insomnio en 13 por ciento”.
En el estudio procuraron averiguar qué modificaciones pedían los profesionales de la salud chinos para poder hacer mejor su trabajo.
“Además de apoyo para procurar su propia salud, hablaban también sobre la capacitación en habilidades psicológicas para tratar las ansiedad, el miedo y los trastornos emocionales de sus pacientes, y pedían que hubiera personal de salud mental disponible para ayudar directamente a los pacientes; también la participación de protección civil para contener a algunos de los pacientes”.
“Eso te habla de por qué se dice que es una epidemia de miedo… Todo mundo tiene miedo”, comenta Medina Mora.
Algunas otras propuestas son: que el hospital les ponga un lugar para descansar, donde pudieran aislarse temporalmente; también alimentos y suministros para la vida diaria y la posibilidad de grabar sus rutinas para enviar a sus familiares para que se les quitara la ansiedad.
Lesiones morales
Las situaciones excepcionales de esta crisis aumentan la posibilidad que tiene el personal de salud de padecer lo que se conoce como lesiones morales, señalan Neil Greenberg, profesor de defensa de la salud mental del King’s College de Londres, y su equipo.
“Lesión moral” es un término psicológico que surgió en el ambiente militar, y si bien no se trata de un problema de salud mental en sí mismo, es uno de los orígenes más directos de la pérdida de la salud mental.
“Las lesiones morales suceden cuando llevamos a cabo acciones, o permanecemos inactivos, en contra de nuestros principios y de lo que consideramos una conducta ética”.
Quienes sufren lesiones morales suelen experimentar pensamientos negativos acerca de sí mismos (“Soy una mala persona”, “Debería haberme esforzado más”) o acerca de otras personas (“A mis jefes no les importa la vida de la gente”); así como sentimientos intensos de vergüenza, culpa o asco.
“Estos síntomas pueden contribuir al desarrollo de dificultades de salud mental, como depresión, trastorno de estrés postraumático e incluso ideación suicida”, explica Greenberg.
Para prevenir este tipo de lesiones es necesario tener protocolos, reglas y códigos muy claros. Sobre todo porque el personal de salud tiene que tomar decisiones difíciles desde el punto de vista ético, como a quién se admite en el hospital o a quién se intuba y a quién no.
Medina Mora destaca una publicación en The Lancet donde se señala la necesidad de crear sistemas para evaluar las posibilidades de que se cometan errores. Hacer, por ejemplo, un monitoreo del agotamiento del personal de salud para adaptar los turnos o identificar cuando alguno de ellos tengan síntomas de depresión o ansiedad y con ello tenga más probabilidades de cometer errores.
“Como hay tanto estigma en torno a la salud mental, sobre todo los residentes -que son jóvenes de tercer año de facultad- no piden ayuda suficientemente rápido, hay que considerar son seres humanos sometidos a condiciones muy difíciles”.
Para Medina Mora es importante entender que el error que pueda cometer un individuo es, más bien, un error sistémico, error de protocolo por no estar bien diseñado o requerir ajustes o un error de que falló el monitoreo.
El personal de salud y la compasión
Además de los padecimientos mencionados, ante una enfermedad para la que no hay vacuna ni tratamiento y para la que solo se pueden administrar cuidados paliativos, los profesionales de la salud se exponen a sufrir lo que se conoce como fatiga por compasión, resultado “del compromiso emocional con el paciente que sufre”.
En contraste, en México ya hay enfermeras que no salen a la calle con uniforme por temor a ser agredidas, en una población de Morelos hubo amenazas de quemar un hospital si recibía a pacientes con Covid-19, ya hubo un caso de familiares que agredieron a un enfermero y la gente se enoja mucho cuando se le dice que no califica para hacerle una prueba de Covid-19…
Igual que con las demás medidas, quizá no se trata de que haya una orden federal para aplaudirles a los profesionales de la salud, sino de que cada uno de nosotros piense en cómo puede apoyar y cuidar la salud de quienes se dedican a cuidarnos.
A título personal, añado que los riesgos aquí señalados, aunque en menor medida, no solo aplican para el personal de salud, también para policías, repartidores, cajeros, taxistas, conductores de peseros, mis colegas que reportean en las calles y todos aquellos que se encuentren en estos momentos realizando tareas esenciales o simplemente están imposibilitados de quedarse en casa.
Para todos ellos debe haber compasión sin temor a la fatiga.