En el espacio intergaláctico hay gas tan caliente que permite detectar agujeros negros y hasta sonido, un gravísimo Si bemol
El espacio es frío y silencioso. No hay sonido, porque lo que nosotros escuchamos como tal en la Tierra es la vibración que se transmite por algún medio; normalmente, el aire, aunque también oímos sumergidos en el agua o cuando pegamos la oreja a la pared o el piso.
Pero Andrew Fabian, premio Kavli 2020 en astrofísica, ha encontrado sonido en el espacio, y lo hizo con una herramienta insospechada, los observatorios de rayos X.
“Si nos fijamos en el gas existe entre las galaxias, que es extremadamente tenue, podemos apreciar que existe movimiento y que se podrían estar propagando ondas de presión, que es a fin de cuentas lo que conocemos como sonido… Hemos encontrado posibles evidencias de esto en nuestras imágenes de rayos X”: Andrew Fabian en conferencia de prensa.
Este sonido es increíblemente grave.
La diferencia entre un sonido grave y uno agudo está dada por la frecuencia de sus vibraciones, mientras más rápidas sean, más agudo y viceversa.
Por ejemplo, la nota La que sirve como estándar para afinar tiene 440 vibraciones por segundo o una frecuencia de 440 Hertzios (Hz). La nota más aguda de un piano es un Do que vibra 4,189 veces en un segundo, y la más grave es un La de 27.5 Hz. La frecuencia más grave que percibe el oído humano es de más o menos 16 Hz.
“Cuando hablo del sonido en el gas intergaláctico estoy hablando de un ciclo cada 10 millones de años, es un sonido de frecuencia extremadamente baja”, comenta Fabian.
Ese sonido, también puede entenderse como una nota musical, así que el sonido del gas intergaláctico es un Si bemol que se encuentra 54 octavas por debajo del Si bemol más grave de un piano.
Sonido de amplio espectro
Encontrar un sonido del espacio puede parecer una mera curiosidad, pero es un resultado importante, aunque colateral, del trabajo que ha hecho Fabian, quien es, digamos, un científico de amplio espectro y trabaja con todo tipo de ondas electromagnéticas que, igual que el sonido, se distinguen por sus frecuencias.
Así, las frecuencias de los rayos X son muy altas, tienen ciclos que se miden con números de entre 17 y 20 cifras por cada segundo. La luz visible tiene ciclos que van de un cuatro seguido de 13 cifras hasta un 75 seguido por 12 cifras. Lo cual, curiosamente, no es ni siquiera equivalente a una octava; si lo fuera tendríamos, comparando con el sonido, un “rojo agudo” además del “grave” que normalmente vemos o un “violeta grave” además del agudo.
Existen, por supuesto, frecuencias menores, como la radiación infrarroja y las ondas de radio, y con esas distintas fuentes de ondas electromagnéticas (solo llamamos luz a las que podemos percibir con nuestros ojos) se pueden observar distintas cosas.
Con las altas frecuencias de los rayos X se observan objetos mucho más calientes que los que emiten luz visible; objetos cuyas temperaturas se calculan en millones o hasta miles de millones de grados, en vez de los miles y decenas de miles de grados de las estrellas y galaxias que vemos en el cielo nocturno.
Fabian, que no solo se dedica a la teoría y ha participado en el envío al espacio de diversos detectores de rayos X, y otros astrónomos han podido distinguir los agujeros negros supermasivos que se encuentran en el centro de algunas galaxias, pues las emisiones de rayos X que generan no se ven “opacadas” por la luz de las estrellas que los rodean.
Estos agujeros negros, que llegan a tener masas equivalentes a miles de millones de veces la de nuestro Sol, no son los que emiten los rayos X, lo hace el gas interestelar que los rodea que, atraído por la enorme fuerza de gravedad de estos cuerpos, gira en espirales mientras “cae” hacia el agujero negro, se calientan a grandes temperaturas y emite rayos X. Esas espirales se conocen como discos de acreción.
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Midiendo esos rayos y otras radiaciones electromagnéticas, se pueden conocer características de los agujeros negros supermasivos, como su velocidad y su masa; también entre ciertos grupos o clusters de galaxias, encontró gas caliente que emite rayos X, debido a la fuerza de gravedad de otros enormes agujeros negros que actúa a través de miles de años luz de distancia y es quizá el origen del sonido, el Si bemol.
Sobre por qué hacer este tipo de investigación, Andrew Fabian comentó en la conferencia de prensa sobre el entusiasmo de conocer por conocer y de tener una cultura científica.
“La actual pandemia está demostrando el peligro de que las personas que están a cargo no entiendan de ciencia”.