Jacques Offenbach incluyó en el primer acto de su ópera Los cuentos de Hoffmann una historia de ciencia ficción, robots e Inteligencia Artificial
Antonia tiene un dilema: por un lado, tiene un gran talento musical y una enorme pasión por cantar; por otro, heredó de su difunta madre una misteriosa condición que puede ocasionar su muerte si canta. Para cualquier persona normal este no sería un problema, pero Antonia es un personaje de la ópera romántica Los cuentos de Hoffmann y parece dispuesta a arriesgar su vida por un instante de pasión… además, su situación quizá no es muy distinta de la que tuvo Jacques Offenbach, el compositor de la obra que ha sido menospreciado, quizá por su ligereza y buen humor.
Los cuentos de Hoffmann, estrenada mundialmente en 1881 en París y presentada en México el 5 de octubre en el Auditorio Nacional como inicio la Temporada 2024-2025 del programa En vivo desde el Met de Nueva York, tiene además la peculiaridad de ser una ópera, la primera, en la que se coló un cuento de ciencia ficción.
De hecho, esta ópera de Offenbach no fue la primera incursión del compositor en el género de la ciencia ficción; ese honor le corresponde a Le Voyage dans la Lune (estrenada el 26 de noviembre de 1875), que no es una ópera propiamente dicha y está basada, de forma muy libre pero con permiso del autor, en la novela de Julio Verne De la Terre à la Lune, trajet direct en 97 heures 20 minutes (1865).
Le Voyage dans la Lune, donde Offenbach y sus tres libretistas cuentan la historia de un príncipe, su padre y un científico van a la Luna a bordo de una nave disparada con un cañón, no es una ópera sino una opéra féerie, un género que fue muy popular en Francia y que engloba operetas y óperas-ballets que cuentan cuentos de hadas.
Por cierto, cabe añadir que los cálculos de Verne que hacían posible el viaje a la Luna eran notablemente precisos hasta en el tiempo que este tomaría; que su idea de hacer el disparo de la nave desde el ecuador para aprovechar la fuerza centrífuga de la rotación de la Tierra se utiliza actualmente, pero que su propuesta de utilizar un cañón resultó ser incompatible con la sobrevivencia de los pasajeros.
Offenbach, fan del humor y la ciencia ficción
Poco más de un año y cuatro obras escénicas después, Offenbach, que era increíblemente productivo, regresó a la ciencia ficción con Le Docteur Ox (estrenada el 26 de enero de 1877), ópera bufa que también está basada en una novela de Verne, y que trata sobre un científico que hace a escondidas un experimento esparciendo oxígeno en un pueblo para “activar” sus habitantes.
Una vez más, la idea de Verne de que el doctor Ox genere el alumbrado del pueblo Quiquendone separando por electrólisis el oxígeno y el hidrógeno del agua y luego volviéndolos a juntar en las farolas no era del todo descabellada (aunque quizá un poco peligrosa).
Tampoco lo es la “activación” de las personas con oxígeno, algo que se hace actualmente de manera recreativa; aunque en el caso de Une fantaisie du docteur Ox, esa activación llega al grado de hacer que los pacíficos quiquendonenses, cuyos perros no mordían ni sus gatos arañaban, se peleen con el pueblo vecino.
Ciertamente, que dos de las 98 (la cifra es correcta) operetas y óperas bufas de Offenbach y parte del primer acto de una de sus dos únicas óperas dramáticas y formales, Los cuentos de Hoffman, tengan temas de ciencia ficción no es una gran proporción, pero tampoco le quita su carácter pionero.
La seriedad… o algo parecido
Offenbach no era, ciertamente, un compositor serio. De hecho, su pieza más conocida lleva el apodo de “Cancán” por el baile que se presentaba en los cabarets Moulin Rouge y Folies Bergere con este acompañamiento, que originalmente es la parte final de su ópera bufa Orfeo en los infiernos y cuyo nombre es “Galop infernal” (una danza demoniaca pero divertida).
Pero Offenbach quería ser serio, así que probó suerte haciendo dos óperas dramáticas: una, Les fées du Rhin (Las hadas del Rhin), en 1864, y otra, estrenada el 10 de febrero de 1881 cuando llevaba cuatro meses muerto, Los cuentos de Hoffman.
El compositor empezó a trabajar en Los cuentos en 1877, a partir de una obra de teatro que adaptaba tres cuentos de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, uno de los cuales tiene un episodio basado en la segunda parte de “El hombre de la arena”, en la que el protagonista (Nataniel en el cuento y Hoffmann en la obra y la ópera) se enamora de la robot Olympia, creada por el físico Spalanzani (con una sola ele, quizá para que no se confunda con Lazzaro Spallanzani, científico real del siglo anterior).
Hoffmann, quien además era músico, pintor y abogado, no era, ni de lejos, un escritor de ciencia ficción como había sido Verne, sino que en general estaba interesado en cosas como los sueños, la telequinesis, los presentimientos y las premoniciones desde un punto de vista más bien místico que científico; pero tenía debilidad por los robots, y no sólo hizo que Nataniel se enamorara de Olympia sino que también escribió el cuento “Los autómatas”, y en ambos se nota una preocupación por (no la llamaba así) la inteligencia artificial.
Además, la anticipación de casi dos siglos que tuvo Hoffmann con respecto a la inteligencia artificial era más filosófica que técnica, como en la ciencia ficción contemporánea, ya que sus preocupaciones eran, por ejemplo, si era posible enamorarse de un robot, sienten o si uno mismo, a pesar de ser humano, es en realidad un autómata. No ha quedado registro de si Offenbach o el guionista Jules Barbier compartían estas inquietudes o sólo le pareció divertido el episodio.
Por cierto, el montaje de la Metropolitan Opera House que se transmitió en directo a diversos foros, además de espléndido en las voces y la dirección musical de Marco Armiliato, hizo justicia al buen humor de Offenbach y echó la casa por la ventana con vestuarios y escenografía en la producción de Bartlett Sher, tanto en el primer acto, donde se cuenta la historia de Hoffmann y Olympia, como en los demás, que por hoy no me competen.
Epílogo de aprovechar las oportunidades
Se dice que Offenbach, quien estaba enfermo desde hacía años, le decía a su perro que “daría lo que fuera por ir al estreno”; pero no sólo no alcanzó a hacerlo sino que tampoco terminó la orquestación de la ópera, eso quedó a cargo de un amigo de la familia y su hijo. En ese sentido, quizá envidiaba a Antonia, el personaje, que al menos murió cantando… O quizá esa comparación fue sólo un pretexto para poner el nombre del compositor en el primer párrafo para complacer a la IA del buscador.
En ese mismo espíritu, de hacer cosas que valen la pena sobre todo si están relacionadas con la música, conviene recomendar los próximos montajes del Met que se podrán ver en el Auditorio Nacional, empezando por el de este sábado, Grounded; la funciones invernales del ballet El cascanueces, que también está basada en un cuento de Hoffmann, y la función de Los cuentos de Hoffmann en el montaje de la Royal Opera que se proyectará en vivo en la Sala Miguel Covarrubias en febrero del próximo año.